Ted Hughes. Poemas desapercibidos.

Vio la hierba crecer, y empezó a enlazar versos; atrajo hacia sus palabras la esencia del campo inglés del siglo pasado. Quizá eso le dio tanta clarividencia como autoestima. Le gustaba la caza; a veces los poemas eran los proyectiles; la presa, la belleza. Su visión del mundo fue salvaje; y su carácter. Llevar al extremo las letras, le resultó trágico. Dos esposas suicidadas, una poetisa, otra sumisa.
Rarezas, vivencias diferentes, insoportables y visionarias.
Llama la atención su opinión poética de España:





"...España te atemorizaba. España.
Donde yo me sentía como en casa.
La luz cruda, sanguinolenta,
los rostros de color anchoa,
los perfiles negroafricanos.
...
Tu educación escolar había obviado España.
La reja de hierro forjado,
la muerte y el tambor árabe.
...
Como buenos turistas,
asistimos a una corrida.
Toros aturdidos,
sacrificados en una torpe carnicería..."


Fatena Al-Gurra. Poemas desapercibidos


Valiente mujer,
quién eres que no hablas de Palestina,
quién eres que no hablas de refugios,
quién eres que no hablas de divorcios,



No eres dios, ni tierra,
No eres un pasaporte en ventanillas oscuras,
ni una rotura, ni una ruptura,
ni un desarraigo, ni una enorme raíz que amanece, no.

Todo lo que no eres, no me habla de ti.
Todo lo que no eres, me sugiere.
Que eres tú. Excepto tú,
lo demás no eres tú; viaje hacia ti cuando dices:



"Me iré lejos, allá donde el desierto me grabe sus himnos de agonía
en la palma de la mano
y donde las mujeres que perdieron su tiempo ante el fuego de arcilla
maquillen mis mejillas con aceite de amor
me iré hacia ti como un espacio que vive en el exilio de su cuerpo."

De Fatena Al-Gurra, Excepto yo (El Gaviero, 2010)


Para ir de Pablo Neruda a Rubén Darío se pasa por Juan Gelman


En medio de esta siesta creativa, me encuentro que, al revés del curso del tiempo, he caminado en zapatillas amarilleadas por los años desde Pablo Neruda hasta Rubén Darío. Si Rubén Darío fuera santo no sería yo el que le encendiera velas; aunque otros poetas tan distintos a él le alabaron en su momento, como Lorca o Neruda, como Juan Gelman que editó un CD con lecturas de su poesía.



El caso es que, como no tengo nada que aportar que venga de mí, como seguramente mis tripas están ahora analfabetas, olvidadizas, vegetativas, dejo aquí una casualidad maravillosa: Leyendo un libro de poemas de Neruda editado en 1943, encuentro en medio de sus páginas un poema manuscrito dedicado a Darío y a alguien que “ama a la poesía”; está fechado en Julio del 66 y acompaña una foto de la época hecha en un "Hotel y Bar" del Mar de Plata 23328. Con esta casualidad sin descifrar, pues no sé quién es el autor del poema, me quedo pensando que quizá no haya tanta distancia entre Nicaragua y Chile, entre el Chile zaleado de hoy y el Mar del Plata del 66, entre Juan Gelman y un libro amarillo editado hace 70 años. No ha pasado el tiempo, aunque los años hacen de cada calendario una hoja de otoño; pero en lo esencial, no ha pasado el tiempo; en lo esencial, no hay distancia.




Dice Juan Gelman: “Las maravillas y miserias del amor… el amor a la poesía, a la madre, a la belleza,… la muerte me enseñó que no se muere de amor, se vive de amor.”
Sigo durmiendo, soñando.