No soy hombre de mar
sino de orilla,
de límites, de saber que en la frontera
residen lo secreto y lo imposible.
Si abres la cortina
y te parece
que cabe en la ventana la ría de Vigo,
entenderás que lo que explico no se explica,
y que no me equivoco cuando digo
que el silencio es una especie de botica.
Una cena en París
y otra en el cielo;
es cierto que las cenas hacen daño
al estómago, al recuerdo, a la poesía.
Ahora estoy a dieta de música y paisajes,
y está bajo control la melancolía.
Tomo la carretera
siempre abierta
aunque nunca llego a huir del todo,
tan sólo a retirarme a la avaricia
de dormir y soñar al mismo tiempo,
ya que no tienes piel, ni yo caricias.