Que en este año...

Que en este año nuevo que ahora comienza,

Se cumpla algún deseo, que yo deseo,

Que sea en este año de la impaciencia,

Cuando los dioses sueñen lo que yo veo.


Que mi mejor amigo sea el camarero,

Que mi mejor poema sea el más feo.

Que mi gran borrachera sea un te quiero,

Que tome como un premio los abucheos.


Que no te eche de menos cuando te vayas,

Aunque tu vuelta cuelgue del lagrimal,

Que no sea mi patria, que sea tu patria,

Y que el pecado sea un instinto animal.


Que mi comparsa sea una chirigota,

Que pinten las estrellas con papelillos.

Que el antifaz que saco con cuentagotas,

Me disfrace la vida como a un chiquillo.


Que caigan las acciones de las empresas,

Que fabrican corbatas y metralletas.

Que los ricos nos pidan una limosna,

Que la canción del pobre no esté incompleta.


Que en las calles gobiernen los barrenderos,

Que los ministros vivan en el exilio,

Que se escriban las leyes sobre la luna,

Que ningún niño venga a pedir auxilio.


Y si no se cumpliera ningún deseo,

Ya me encargaré yo, por cuenta propia,

De que mi gran amigo sea un camarero.



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De hielo



De hielo que bebo,
De hielo que hiela.
Me dejas de hielo,
de hielo las venas.

De hielo silencioso
que enfría los pasos,
hielo que amanece
en tu cielo raso.

De hielo la espada
partida en el suelo;
de hielo las letras,
los besos de hielo.

Cubitos de hielo
salen de tu risa.
Caricias de hielo
por tu espalda arriba.

Hielo que toca en el pecho
como cuerdas de guitarra
como olas de frío.
Frío que se agarra.
Catedral de hielo,
de hielo la hoguera
que dulce me abrasa.
Hielo que inunda más que el miedo,
más que el agua.


Carta a mi reloj


Hola cabezón, no te pregunto cómo estás porque como siempre estás, pues lo sé. Ahora mismo, en medio de la isla de palabras donde me encuentro, tu brazo largo me amenaza porque no tengo todavía el plato caliente para los niños, que llegarán hambrientos de un momento a otro. Eres una constante en mí, como los ángeles de Alberti, como las mariposas de Neruda, pero no eres nada poético conmigo, eres pura matemática, un latido en mis talones, un horizonte tras otro, un sin fin de carretera. No me dejas soñar un sueño de aquellos, terso de piedra pulida, o una de mis banderas conquistada en batallas de mentira. Eres una sábana con brazos de zarza, una siesta taquicárdica. Eres sordo y no paras de hablarme. No me quieres esperar, no me sabes perdonar, no me dejas ni perder ni ganar. No soporto este dolor y este amor siameses, letanía para un vivo prolongada, como el río sin acabar, como el no acabar del mar. No me aceches escondido en las esquinas de la noche para burlarte de mí porque otra vez llegué tarde. La esclavitud dura hasta que el oprimido lo consiente. Y yo, ya casi no oigo tu cuentagotas martilleante.



Venía a reprocharte todo esto porque tengo un sueño; un sueño de esos tan bonitos que se explican en subjuntivo. Y me voy con él. Si te duele este porrazo en tu corazón de cemento te aguantas. Pero me voy a soñar, y esto no depende de ti; nada podrás controlar ahora. No sé cuánto tardaré en volver; por si acaso, no me esperes.


Dedicado a la comparsa Las manos del tiempo, por la coincidencia del tema, y del espacio, y del tiempo. Suerte.


Tachones


… o poema del silencio, o mariposa de sueño, o los versos muertos, o el poema 15.


Han llegado hasta mí, como traídas por el viento, unas hojas facsímile de poemas y cartas de Neruda. Después de acariciarlas como si fueran hembras, las leí, y me vi en ellas de alguna manera: en la descarga de emociones, en el nervio de la letra, en la cadencia musical, y me morí de envidia tres o cuatro veces. Luego me detuve en el poema 15. Disfruté de ciertas curiosidades como ver que el título no es “poema del silencio” sino “poema de su silencio”, como ver escrita la palabra “estoi”; y en los tachones y paréntesis me quedé pensando en el dolor. El dolor de matar un verso quizá no legítimo, un poco aturdido, o simplemente sordo por no haber sabido escuchar a la sangre antes de escribirse. Me fui a mi libreta y miré mis tachones, esos tropiezos que todos tenemos, a veces escribiendo, a veces hablando, a veces sólo por estar presente y vivo. Soy un acierto entre un montón de tachones. Aunque viendo los de Neruda, los míos, se me antojan más errores, y los suyos más aciertos. Gracias Isabelle por el regalo.


Pinchad aquí para ver la imagen ampliada. A continuación, en color rojo los versos que no están en el poema definitivo.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Eres tal vez del viento que cantando se aleja


Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.


Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.


Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.

No voy a interrumpirte para que calles mucho,

Y todo sea mío, tu silencio sencillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

¿Cómo callabas antes cuando eras más pequeña?

¿así se te quedaban las manos sobre el pecho?

Si tú no me lo dices tendré que preguntárselo

A tu hermano, el poeta que se fue para México.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Porque estás como en viaje, como si hubieras muerto.

Tan callada y tan pálida como si hubieras muerto.

Y como yo le tengo tanto miedo a la muerte

Después estoy alegre de que no sea cierto.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, y una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Asómate al mar (a Juan Gelman)


Asómate, pueblo, al mar

entre las piedras de la última calle soleada

que riegan la arena de una playa abierta,

abierta en canal para tus pies de fruta verde.

Asómate, pueblo, despierta.


Asómate, calle, al mar.

Lanza botellas sin mensaje a la pleamar sin lágrimas,

sin oleaje, sin la espuma de tu voz anestesiada.

hunde un tridente en el corazón de Neptuno,

lanza mensajes (sin botella) a una ola enamorada.



Asómate, barrio, al mar.

Busca el tesoro del fondo en un hilo de agua,

en una escama de sal siembra una hora de siesta,

en una puesta de sol, un maremoto,

vuela entre los peces, tira la caña y la cesta.


Ahora sí, tus piedras centenarias se despeinan

y riegan con piedras la arena de la playa libre.

Asómate, pueblo, a la revolución del mar.



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Escribirte


Que no Eva, que no me gustan las manzanas, ni tus besos son el antídoto de la picadura de serpiente. Que no Dulcinea, que no me parto el esqueleto con ningún gigante para que anudes el pañuelo en la punta de mi lanza, falo de batallas. Que no Julieta, que no me gusta tu familia, pero no voy a cruzarme de acera para no verles, y te aconsejo que en lugar de matarte por mi muerte, mejor te mueras por mi vida. Que no Sherezade, que no me cuentes cuentos, baila mientras yo te quito los velos.

Anda, siéntate y coge este libro. Verás como, más que amarte, lo que yo quiero es escribirte.


Insomnio lorquiano

No puedo dormir esta noche. No voy a descansar. Me desvela el día de mañana. Por fin voy a trabajar después de mucho tiempo en paro. Voy a burlar a la crisis que han inventado los bancos, esos que atan los bolígrafos con una cuerda. Pero no puedo dormir; estoy inquieto. Al final los estudios de arqueología me van a dar de comer, aunque me quiten el sueño. Es esa tontería de tener la oportunidad de sacar de la tierra los huesos muertos del que escribió su vida en palabras la que no me deja dormir. Otra vuelta en la cama. Las sábanas se enredan en mis piernas como una zarza malintencionada.




Cuando los tambores del alba me anuncien el día iré a Fuente Grande. Quizá escriba una línea de la historia con mis herramientas de fabricar desentierros suaves. O quizá el resultado de las excavaciones cierre el telón de La Barraca, y deje boquiabierto al mismísimo Ian Gibson. Vamos a empezar una prospección poética; a ver si sacando tierra enterramos la guerra. Después de hoy, la arqueología en Granada será una ciencia, y un sentimiento. Sabré si las falanges de las manos que encuentre son de poeta o de banderillero; y alguien leerá en una cadena de ADN un poema sin métrica, una certeza. Luego escribirán con la seguridad de una rima su nombre en una piedra dura como un corazón sin venas; y los turistas visitarán la Alhambra y la tumba de Federico.

Ya está amaneciendo y no he cerrado los ojos. A ver si encontramos al muerto que siempre estará vivo. A ver si, cuando todo acabe, él descansa para siempre, y yo descanso por la noche.

Besos (y vino, y risas, y música, y vosotros).


La Cuisine De Bernard - Fito & Fitipaldis



Besos de cristal,

de labios rojos, de rojo vino.

Labios resecos,

de amor, del camino.



Besos de silencio.

Paciente es el tiempo, oscuro el momento.

Cunas de madera con húmedo aliento,

cantan en silencio la canción de un sueño

que dibuja el vino que bebo con nervio.

Con nervio tan lento, que hasta el puro nervio

le arropa el silencio.



Besos amarillos que arrastran el viento

como una hoja seca que estaba durmiendo.

Como una uva roja que endulza el otoño,

como un río de hojas, como una botella,

como un manicomio.

Besos amarillos que le diera ella.



Besos de papel escondido en piedra

que escribiera él.

Fortaleza y hambre.

Que el vino te muerda como una mujer,

y que vino sangres.

Roja la doncella.

Besos de papel, de papel los versos,

versos para ella, que escribiera él.

Peñafiel, 12 de octubre de 2009.


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Urgencias


Si tienes una urgencia estoy de guardia.

Si te quejas por gusto.

Si no coges el sueño.

Si no ves el antifaz de mi espalda.


Si no cantas, ni bebes, ni ríes

Si vives detrás de un telón

Si nadie aplaude tus sudores

Si la calle libertad está cortada por obras



Si el mar es tu mayor ausencia,

Y la tierra se inunda de grietas.

Si el espejo es el único que te mira el culo.

Si gastas más botes de fairy que de perfume.


Si te caen tormentas aunque esté raso.

Si tienes que sonreír a los que te ponen jáquima.

Si siempre piensas en subjuntivo.

Si no sabes cómo legalizar tus tabús.




Sé hacer una operación sin cirugía ni anestesia,

Que te pone un antifaz en la mirada.

Si tienes una urgencia estoy de guardia.

Léo Valentin. L'Homme Oiseau.


Esta es la historia inventada de Léo Valentin. Léo nació bajo un signo de aire, un día que el viento pasaba despeinando los bosques de Epinal (cerca de Estrasburgo). Desde pequeño se perdía en la anchura del tiempo mirando los pájaros, los aviones, haciendo volar cometas fabricadas y remendadas con sus propias manos. Léo siempre miraba al cielo. Entendía los vientos con sólo notar el roce de alguno de ellos en la piel; sabía cuando una corriente de aire era propicia para coger altura; comprendía mejor que nadie como las aves ahorran energía en sus largos viajes a África que empezaban siempre cuando en la casa olía a castañas y cuando las hojas amarillas de los árboles más cansados le hacían una alfombra a sus juegos infantiles.

Sobre una montaña de estas hojas secas, que él mismo moldeó con las manos, instaló la pista de aterrizaje de su primer vuelo. Saltó desde una rama quebradiza de un nogal anciano con dos tablas de madera al hilo de los brazos cubiertas de tela y sujetas por unas cuerdas que robó a su padre en el trastero. Se abrió las rodillas y se le cerraron los omoplatos al caer; pero el corazón seguía volando; quizá el corazón era producto de su imaginación intrépida. Fue perfeccionando la técnica y rompiendo sus huesos conforme pasaban los años, hasta que llegó a construir, yo diría confeccionar, un traje de tela y madera que le hacía planear, es decir, pesar como el aire, y que le convertían en una especie de murciélago blanco. Estableció técnicas de salto que hoy día se usan como un manual. Disfrutó, vivió, sintió cada salto a pesar que la burla callejera que profetizaba que Léo el pájaro un día se iba a matar. Léo no escuchaba. Léo volaba.



Participó en la Segunda Guerra Mundial como paracaidista del ejército aliado. Y volaba. Y llegó a hacerse amigo del viento, que le invitaba a dar un paseo sobre las cabezas de los mortales de la lengua larga. En 1956, hizo una exhibición de salto en Liverpool. Vistió su membrana de aspecto vampiresco, y, a la hora de saltar, algo falló. El aire golpeó una de las maderas contra el avión y cayó. Yo no sé qué pasó; su sobrino nieto tampoco supo explicármelo. Un mal vuelo. El primero le rompió las rodillas. Este fue el último. Los demás, sencillamente, los voló. El loco hizo lo que quiso en su vida. Nunca hubo otro después de Ícaro y de Leonardo que volara tanto. Y aquí acaba la historia inventada de Léo Valentin. Por eso me gusta soñar; porque es como volar, pero con menos riesgo físico.


Merci Eric pour l’histoire, et pour ta compagnie.

La ley afgana

Hoy han puesto el sol muy fuerte, quema los pies, nubla la vista. La sombrilla parece de papel de seda, pero se está tranquilo. El mar susurra una canción socarrona. Cigarrito y periódico. Voy a leer algo, a ver si me quemo por dentro:



“La ley afgana que otorga al marido el derecho a negar. Joder que calor, me voy al agua. Vale. La ley afgana que otorga al marido. Papá ponme los manguitos. Venga. Los hincho con urgencia. Vamos. A nadar. La ley afgana. Ponme crema por aquí que yo no llego. La ley afgana que. ¿Dónde están la gafas de buceo? No sé, mira en la bolsa. No las veo. Aquí, toma. Es que como no las guardas tú, pues luego no las encuentras. La ley afgana que otorga al marido el derecho. Hola, quieres gafas, relojes, música. No gracias. La ley afgana que otorga al marido. Papá mira lo que hago. Qué bien. La ley afgana que ahora que no me habla nadie no puedo seguir leyendo.”



Miro las olas. Soy de los que piensan que las olas van de dos en dos. Miro sus brillos. Soy de los que piensan que los brillos del sol y los de la luna tienen el mismo color. Escucho su vaivén, tiene cadencia musical. Me gusta pensar esas tonterías que uno piensa cuando no piensa en nada. Un cigarrito. Este verano me lo estoy fumando. Una cerveza. Dejo el periódico. Voy a leer lo que dice la ley afgana y me voy a sentir culpable. Una cerveza. Que mierda de vida.

Carne de vaca





Ricachonas y pijas
Que han venido con su hija.
Oportunistas horteras,
Currantes y flojeras.
Trocitos de nobleza sin alcohol y sin burbujas,
Estiradas con corteza
La verruga de la bruja.

Familias estresadas huyendo del estrés.
Los niños han comido.Los reyes del ruido.
Es que no ves
Que tu padre está tranquilo.

Carne de vaca,
Son todos carne de vaca.
En el fuego de la arena,
En la parilla de la hamaca.



Temporeros puteados,
Puteantes bronceados.
Marujas peripuestas,
Bocazas gilipuertas.
La empleada del mes, fetiche de su jefe.
Subida de sueldo con bajada de bragas.
Y que nadie se queje,
El marido es un perro, y ella está que te cagas.

Futboleros sin liga,
Sin partidos en abierto.
El hígado hecho migas
Contra el aburrimiento.

Carne de vaca,
Son todos carne de vaca.
En el fuego de la arena,
En la parilla de la hamaca.


Muñecas que insinúan
Más de lo que enseñan.
Si quieres te pongo
Aftersun en las piernas.
Me salgo del agua,
Tú ya no te metas.
Si quieres te pongo
Aftersun en las… da igual.

Carne de vaca,
Son todos carne de vaca.
En el fuego de la arena,
En la parilla de la hamaca.

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Letras muertas




Anoche tenía unas letras asomadas al balcón.

Les di un empujón.

Podrían haber sido versos o prosa,

Calurosa, pegajosa.

Después soñé con ellas.

Y se rieron de mí, las asquerosas.



Esta mañana les he llevado flores.

Esas amarillas como el sol

Que me recuerdan al rojo de tu boca,

Esas amarillas locas.

De muchos colores.

Esas blancas que tu piel toca,

Esas negras que huelen a entierro.

De pocos olores.

De olor negro.





Huele a letra muerta.

Descompuesta.

Pongo flores verdes que no hay que regarlas.

Huele a letra suelta.

No sé hacer entierros.

Encárgate tú.

Huele a letra amarga.

Llaman a la puerta.

Será el ataúd.


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Será que...



Summer Verano Presto.mp3 - Vivaldi


Será este aliño tan dulce como la sal,
será este mochuelo que no encuentra su olivo.
Será esta montaña en el mar,
o este recordar lo que no olvido.
Será este envido.
Estas cartas [de amor] sobre la mesa.
Será esta escala para trepar llanuras,
este tono de voz que me embelesa.
Será este interés de vinagre por la cultura,
estas ganas de patear a un cura.
Será este diablo, esta diablesa.

Serán esos mayores en la fiesta infantil,
esta hipnósis a la que llaman siesta.
Será este color del cielo tan febril,
este loro en el hombro que molesta,
esta cuesta,
que tanto cuesta subir.


Será esa mirada corta de tus taladros,
este calor que me hace delirar,
esta gilipollez de pintar un cuadro,
este salir del armario,
este volverse a encerrar.

Serán estas pocas ganas de escribir,
este tiempo libre que no me dejar dormir
y no para de pensar.


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