Amanecer



Amanece porque sí, porque es lo natural. Cierro la puerta de la habitación y me quedo otra vez solo en la maraña amazónica de cemento que es Barcelona. El café del hotel es lo más parecido al agua que sobró de fregar el escalón de la puerta. Aunque los científicos se empeñen en poner hora y minuto al instante del amanecer se trata de un proceso, casi abrazo, en el que el sol va comiendo terreno a la magia nocturna salpicada por esas torpes actrices imitadoras de la luna que se sostienen sobre una pata como flamencos de geometría imposible a las que llaman farolas.

Dicen que la mañana despeja. A mí me aturde. Desde el taxi veo el enjambre de estudiantes que se acercan a la universidad, esos nidos de café y pan tostado al que acuden diferentes especies animales y del que salen disparados como cuando el viento empuja a las hojas secas, esos agujeros hechos en el suelo que son como la boca gigante de un hormiguero de hormigas gigantes somnolientas y desorientadas, esas cuadrillas metálicas ordenadas por filas que se interrumpen al son de una música roja, amarilla y verde. Flores de infinitos colores anuncian su apertura de pétalos en el momento en que levantan sus persianas para atraer a las abejas ociosas de miel en oferta. Componen entre todos un paisaje anónimo, dinámico y artificial. Cada uno camina hacia su propio amanecer, y sin embargo, el amanecer de hoy es el mismo para todos.



El sol lanza rayos de luz cegadora que atraviesan la ventanilla del coche cuando éste coincide con el hueco que hay entre dos enormes cubos de queso con cristales y persianas en cada agujero. La luz me habla demasiado fuerte para la hora que es. Llegamos al lago donde los patos mecánicos levantan el vuelo a intervalos de dos minutos. Resguardado del ruido desde la cristalera del cañaveral de hormigón a la orilla misma del agua me quedo mirando como las aves engullen pequeños seres y los guardan en sus tripas de acero. Ya es de día.

Hay otro tipo de amaneceres. Lo sé. Más naturales quizá. El que te guste más o menos depende la naturalidad con la que te levantes, de qué estabas soñando cuando la almohada te frotó los ojos, de qué cenaste ayer después de cenar, de si te quedaste durmiendo con la suave naturalidad con la que amanece.

Letizia. Un premio de princesa.

Ella es elegante, sutil, actual, irónica, correcta, bromista, crítica, una auténtica princesa de su diario. Y me nombró en un reparto de premios. Siempre que la visito recuerdo un cuento que escribí en Noviembre de 2003. Se lo regalo. Mi premio es ella. Me salto las reglas y se lo devuelvo 7 veces. Gracias Letizia.

Domingo por la noche. A mi niña le encantan los cuentos y me pide, antes de dormir, que le cuente uno. A sus tres años, le encanta usar la ficción para refugiarse de la realidad. “¿Qué cuento quieres?” Ella me pide el de Cenicienta. Lo ha escuchado cientos de veces, pero le encanta. No sé por qué.

“Erase una vez un reino donde había un príncipe cuyos años mozos formaban parte ya de su pasado. Aquel príncipe, aburrido de ir de flor en flor, se dio cuenta de que no podría encontrar ninguna mujer que a los ojos de su pueblo fuera perfecta. Ni las de sangre real, ni salidas de la pasarela, ni hijas de multimillonarios... todas tenían algún defecto que muy rápidamente sacaba a relucir la gente del pueblo, o alguno de los miembros de Palacio.

Una buena mañana tuvo la feliz idea de buscar a su princesa entre la gente del pueblo. Y después de mucho buscar encontró una muchacha a la que llamaban Zenizienta Ortiz. Era muy bella y muy popular entre la gente, y, a pesar de tener la sangre roja y la frente sudorosa, el pueblo aceptó de buen grado que una muchacha progresista y periodista llegara a ser un día la Reina de todos ellos. Fue una sorpresa para todos, ya que nadie esperaba el anuncio del compromiso Real. Ni siquiera los escarceos fotográficos de la madrastra en la prensa rosa habían dado resultado. Pero todo el mundo era feliz porque sacar a la futura Reina del pueblo llano significaba algo así como instaurar la Monarquía Republicana; o lo que es lo mismo dar un nuevo sentido a la Corona ya que ésta desde la Marcha Verde Sahariana y desde que Tejero agujerease el techo del Congreso de los Diputados se limitaban a saludar con la mano. Esta Pretty Woman Ibérica nos distraerá un rato; quizá incluso años.

Enseguida surgieron los comentarios en contra por parte de los bandos monárquicos más conservadores: los peñafieles y ansones se echaron las manos a la cabeza, porque la chica no era la candidata ideal, ya que no provenía de la nobleza, y además, tenía un pasado que no agradaba a tan magnos conocedores de la vida principesca...

... Pasó el tiempo y la esperanza de un nuevo rumbo se desvaneció. La chica se le azuleteó la sangre en cuanto supo no parecer descolocada en las recepciones, parecer solidaria con determinadas causas sociales, montar en el barquito de su amado, y romperse los huesos esquiando como su suegro. Nuestra Sissi de las montañas asturianas pasó de vivir la vida real a vivir la vida Real. Y ellos, solamente ellos, vivieron felices y comieron perdices”.

Ya con cara de sueño me dice la niña: “Papá, me gustaría ser Cenicienta”. Y le contesté: “Todo es posible, hija; todo es posible. Que descanses princesa”.

La locura



Hoy las nubes parecían haber despeinado al cielo; como si las hubiera enmarañado la pintura de un loco. Eran el mismo blanco de las camisas de fuerza que atan las manos de los locos, pero la mente. Hoy las nubes eran las paredes del manicomio.

Un loco es el único que entiende que la sangre corre más que la razón. La boca de un loco es pura como la boca de un niño; es justo lo que un cuerdo querría ser de mayor. El blanco es el color de la locura, como la verdad. Y se ven jazmines y algodones en las nubes, y palomas en el campo, y gaviotas en el mar. Y dibujan la risa de los demás con el detergente de sus palabras de locura. Un loco lleva antifaz blanco y del blanco se enamora, y llora lágrimas blancas y escribe blanco. Un loco es el centro de atención en un corrillo de jubilados de la alegría. Es la tarta de cumpleaños de lo imposible. La burla de la elegancia, la llave que abre las puertas que va cerrando el censor con los pies en el suelo, el que desabrocha el corsé de los encorsetados, el que desafía la ley humana y peca con la ley divina.

La locura es que tus ideas vayan siempre a favor del viento. Cerrar los ojos es como flotar en las nubes. Abrirlos es volar.

Con los pies en el suelo

No quiero vivir

Ya lo hice una vez

Y no lo entendí.

Reclamo mi cielo

En esta vida primera.

La que me prometieron

Era de mentira

Y así no la quiero.

Las nubes me ponen

A los pies el cielo.

La niña pija

Lo que más detesto en el mundo es que alguien se sienta superior a los demás. Me da asco. O al menos los que transmiten esa sensación. Hay una niña pija, que ya he visto alguna vez por ahí, que me da ganas de vomitar; aunque hasta ahora me limito a reírme de ella.







El otro día entramos a un bar y en un grupo de pijos al fondo, estaba la niña pija. Nos paramos en la barra y ella cruzó casualmente la vista conmigo. Sus pupilas se fueron hacia la izquierda de sus ojos y su cabeza torcida jugando al escondite con mi curiosidad y su boca entreabierta y su expresión de promiscua recatada me pusieron a navegar sumergido en las aguas del juego de sus dedos en el pelo:

…Arrancarle los 300 euros de ropa que lleva puestos.

Pellizcar el broche del sujetador a ver si esa doble curvatura que opta al Nóbel del deseo cae como la manzana de Newton o sigue ahí invitándome a ahogarme en su borrachera.

Mojar la arena blanca de su piel con el oleaje de mi lengua.

Navegar a babor y a estribor de sus caderas.

Anochecerle la cara, acostando los soles de su mirada y encendiendo la galaxia de sus dientes.

Hacer tronar los cañones de esos zapatos de tacón y abordar su habitación.

Romper su envoltorio de cristal de Murano y llenar de trazos la carta de navegación de su cuerpo.

Vestirla con mi aliento de Ducados y mis manos de uñas rotas.

Endulzarme con la ensalada de fresa de sus labios.

Hacerla gritar la ordinariez que una pija nunca gritaría.

Clavar mi bandera pirata en…


- ¡Eh, qué pasa nene! ¿Nos tomamos otra o nos vamos?

- Eh…No sé... Lo que digáis…

- …Está buena, ¿eh?

- Sí. Está buena.

- ¿te la imaginas en la cama?

- Eh... yo... no. No me la imagino. Anda, pide otra cerveza.