En el suelo

Ahora - Joaquin Sabina



En el suelo empiezan los vuelos más altos, en el suelo acaban. En el suelo se marcan los caminos del caminante. En el suelo se clavan los tacones de las mujeres que bailan, que andan, que aman, que sufren. En el suelo acaba la gravedad – que diría un científico – o la atracción – que diría un poeta – que la tierra impone a las cosas que no se resisten. El suelo para las caídas. El suelo asoma raíces y frutos. Entre el suelo y el cielo ocurre todo; ¿dónde pensabas ir a que te pasen cosas? El suelo me inspira pensamientos como: “nunca hice una cosa mejor que abrir un blog.” Y otros como: “estoy harto del blog este que me está llevando por caminos que no me gustan.” El suelo es así, como yo, contradictorio; claro y oscuro; dulce y salado; frío y caliente; inerte y vivo. Hasta la luna se esconde en el suelo cuando la inminencia del sol clarea el alba. Hasta el sol corre detrás de ella y nos deja pensando qué hará bajo el suelo después del arco iris horizontal con el que pinta las tardes preciosas de verano.

Aburre como yo últimamente, aunque distrae las miradas al paisaje. Quizá me apetece tirarme al suelo y que pase lo que tenga que pasar. Quizá mis manos ya no son pájaros. Las miro y reconozco mis manos de nuevo después de tanto tiempo. Quizá me inspire más cuanto menos vuele. Quizá llevaba mucho tiempo sin disfrutar de las cosas que se hacen en el suelo y lo descubrí ayer mismo. Quizá me guste más recoger los cacharros del desayuno y hacer las camas de los niños que despegarme del suelo. Quizá estoy cansado de luchar en contra de la fuerza de atracción que me pega al suelo, y necesito dejarme llevar sin pensar en nada. El descanso es el antifaz del cansado, no el deseo. Por eso me tiro al suelo como si me atracaran las palabras. Vale, vale. Vosotras ganáis. No pienso dejarme condenar por un delito de elevación del ego. Tengo los pies en el suelo. Me alimento de lo que el suelo ofrece, pero yo elijo. Me renovaré con el cauce de los ríos que hace tiempo que niego haber visto, y volveré algún día, cuando el suelo se enfríe; pero yo elijo. Que digan, que hablen, que callen; pero yo elijo. Ahora me voy a hacer el amor en el suelo. Y después, un cigarro, que es lo que más apetece después de hacer el amor. Con un cigarro me fumo el suelo, el verano, y mis tonterías. Cuando pueda vuelvo, de verdad. Pero yo elijo. Quizá en otoño, cuando las hojas crujientes no me dejen ver el suelo. Pero yo elijo. Elige tú.