Siempre pensando


El ser horizontal y silencioso
No es aquel que renuncia a la batalla;
Mirad el mar y a sus leves susurros
Siempre luchando con sus tripas marinas
En la tranquilidad, en la constancia.



Esa respiración, salino aliento,
Esas ancianas cejas vigilantes
Que se dejan llevar domesticadas
Por los bailes del viento y de la luna
A una muerte segura y merecida
En las uñas de arena de la playa.

Viene la eternidad tan repetida
Cada vez que una ola coge aire
Que no parece eterna, sino breve.
Viene la eternidad y se va el tiempo,
Y se va, y se va, y se va el tiempo.

Y un nuevo tiempo llega tan desnudo,
Como el mar, sin raspón que lo sostenga,
Tratando de inventar de lo inventado
La necesaria armonía que crea el caos.

Y observando la tragedia de las aguas
Me voy haciendo un ser horizontal
Y silencioso; leve como el líquido.
Sonriente niñez que se renueva,
Que se quita el abrigo aunque haga frío,
Que me abandona y vuelve, y me abandona.
Y en esa lucha estoy: siempre pensando.

No quieras entender a la marea tanto como la entiende el marinero



No quieras entender a la madera
Tanto como la entiende el carpintero.
Pequeño dios, milagro equivocado,
Religión sin santo ni santero.
Si alguien se cae, observas su torpeza
Y en tus ojos se ve un titiritero;
Ni soporta ya el aire a tus pulmones
Ni cabe ya tu ropa en el perchero.
“Maldita sea el amor que me enamora
Y me impide hacer lo que yo quiero:
Que mi nombre llene la voz del viento
Aunque el eco no suene verdadero;
Que visiones y sueños se me ausenten
Aunque el futuro rompa lo que espero.”
No pretendas querer que crezca el trigo
Tanto como lo quiere el panadero.

Sólo los ricos gritan en privado;
Para ellos sale el sol, un caballero
En la calle desnudo pasa frío;
Quizá debamos regalarle un sombrero,
Un sombrero elegante, que le sirva
Para mirar por encima a su portero,
Y las montañas piensen que a su gracia
De deben, por deber, el mundo entero.
Es difícil empresa amarse cuando
La luna va detrás, y el sol primero.
Cerramos la ventana, y abrimos si
Mañana es otra vez uno de enero.
Una oscura mañana es una pena
Si ves que va buscándote un lucero,
Pero es peor aún que el aire frío
Te susurre al oído: embustero.
No quieras entender a la marea
Tanto como la entiende el marinero.


Deberíamos quitarnos la coraza
Y hacer trizas la foto de guerrero,
Ir por la vida a corazón abierto
Ir por el mundo a corazón entero,
Y ver que no nos duele el oleaje
Ni las nubladas tardes de febrero,
Ni el espesor del bosque en las ciudades
Ni el odio cuando mira un extranjero,
Ni la verdad brotando en nuestra boca
Ni la mentira que, como aguacero
Inunda la conciencia sin paraguas.
Ya ni el sol me parece verdadero.

Silencio



Esto no es el silencio
Es el ruido que miente,
Que espera el sueño
En las grietas negras de los viejos ladrillos
Que aún respiran secretos.
Irrumpe en los cristales,
Claros como un deseo,
Cuando el despertador abre la puerta de los basureros
Para que tú elijas el más limpio.




Hay un apuntador en cada esquina
Que te habla si olvidas tu papel,
El mismo apuntador, la misma frase;
Desde que la aprendí
Ya sólo sé actuar fuera de escena.

                     * * *

No percibo vuestra nueva belleza.
Vuestro silencio zumba en los oídos;
Se clava con limpieza
En mi evadida mente.

                     * * *

Quizá no sobre tiempo
Si arreglas las roturas de este mundo.
Ahora saboreo la marejada ansiosa
De llegar a encontrarte
En esta íntima terraza de palabras
Con vistas a mí mismo
Donde ayer oí silencio.
Quizá me haya mentido:
Hoy he visto sus huellas que se alejan.

Paisajes



Como al irse las nubes,
Así queda de limpio un pensamiento,
Tendido, a veces, sobre la libreta,
Quizá saltando de un oído a otro
Cuando se oye la guerra.

Como el peso del sol
Que nadie lo desata de la espalda,
Y el alba niña ya, todo lo pinta;
En un recuerdo de calor, te asalta
Como al papel la tinta.

En aquellos paisajes
En calma como el hombre que calla
Estuve paseando hasta aburrirme,
Y después de dejarlos en la playa
Sentí que quería irme.

Como el verde del árbol,
Tan verde hoy, y mañana quien sabe;
Pálida la mirada amaneciendo,
Tan intensa la tarde que no cabe
En lo que estoy diciendo.



Como el azul del mar
Como el azul del mar que no es el cielo,
Se confunden, se abrazan en verano;
Alguno de los dos parece el suelo
O un sueño reflejado.

Los caminos estrechos
Esconden el encanto de la duda
Sin responder al ojo que no ha visto
El veneno de la verdad desnuda.
Los estrechos caminos.

Cosas que no existen

De ese millón de cosas
que no existen en el mundo,
hay un racimo de ellas
que he criado yo mismo
en mi vientre de loba
tan lunera y celosa,
y yo mismo alimento
en mi clara mentira.


De ese puñado de cosas
que yo mismo amamanto
una de ellas eres tú 
o se parece tanto,
que quería preguntarte
si se trata de tí,
o sigo imaginando.

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Tu piel


Como la noche envidia
el charol de tu piel.
Como la flor se encela
recordando tu olor.
Como la luna sabe
que tú inspiras más versos.
Como la hierba fresca,
Nunca será tan suave
Como haberte tocado
Con mis manos de piedra,
Con la rama de un dedo
Hacer como lo haría
Una gota de agua:
Prolongar un segundo
Hasta que una caricia
Acabe acariciando
El charol de tu piel
Escondida en la noche.

    o —

Este deseo limpio
que parece aluminio,
como recién nacido
del filo de tus labios,
de mirar de reojo
el aire turbulento
que me acerca a tus pasos,
que tus pasos me aleja.

    o —

Ahora pasan los días
sin saber a qué hora
respiro por tu boca,
y tu boca no llega.
Ahora pasan las horas
Plegadas en tu ropa.
Ahora pasa un minuto
Oculto en el anillo
De una tarde tan vieja
Que parece una noche,
De una noche tan joven
Que no supo ni serlo.
Ahora pasa un segundo,
Y al segundo siguiente
Pasó ya tanto tiempo
Que mi piel es lagarto.
Tu piel y su misterio,
Tan escondida ahora
Como la voz perdida
En nubes de memoria.
Tu piel que no es la mía,
Porque la tuya tiene
Un mar ensortijado
A punto de morirse
Como mueren las olas
Al final de los mares,
Al principio del tiempo,
Del aire y del recuerdo;
Donde empieza la espuma
También empieza un verso.



Tu piel acharolada
Tu nocturna epidermis
Construye los relojes
Que miden el pasado.
Pasó ya tanto tiempo
Que mi piel es serpiente.
Si me quedo dormido
Nada de esto me pasa.

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No estoy de acuerdo


No estoy de acuerdo
¡No estoy de acuerdo!
Y en mi desacuerdo
Me siento avanzar
Como quien se abre paso entre las zarzas.
Pues no he venido a amarrarme
A la estética, a la piel,
A la presencia.

Las cosas tienen por qué.
Yo quiero hablar de la esencia.
Disculpen mi vestimenta
Y esa falta de elegancia
Que enmudece mis palabras.
Hoy traigo sangre en las manos;
No se asusten, que es la mía,
Que quiero hablar de la esencia.



La esencia viene de amarse,
Y de dolerse al amarse,
Pero también de la risa
Que provoca haberse amado,
Que provoca haber comido
Empezando por un niño
Que sonríe enamorado
Y acabando por mí mismo.

Yo nunca pedí un botón
Para que inmediatamente
El sol se aparte de mí.
Yo nunca pedí subir
Por encima de las nubes.
Yo nunca pedí subir
¿Queréis bajarme de aquí?

Yo he pedido envejecer
Y en este violento suelo
Que acabáis de construir
No creo que pueda ser;
Si no puedo sonreír,
Si habéis cortado la hierba
Y mi ventana se ha muerto
Recordando aquel paisaje
Y ya no me deja verlo.

En mi desacuerdo canto:
¡Quien reparte la comida
no la está bien repartiendo!
Por eso,
Por eso no estoy de acuerdo.


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Changó

En la delgada hora entre el sol y la noche
Changó se arregla el cuello con un collar de perlas
de África venidas; limpias como el Caribe.
Changó mira el espejo de sus antepasados

El tambor más oscuro hace sonar sus tripas.
Una vela ilumina mucho más que una luna.
Una oración se canta desde el túnel del tiempo.
Changó baila de nuevo como bailan los negros.

El hacha les libera los siglos de cadenas.
Las nubes pintan grises al negro de la noche.
El filo de los labios de Changó, habla Nigeria,
y callan las españas, y Cuba es percusión.

Changó mira en la calle las mujeres descalzas
y escribe una canción que quiere adivinar
a qué hora amanece en las playas desiertas
y en qué hora del rezo lloverá Santa Bárbara.

Si cayeran los truenos del cielo hasta las olas
llenarían las aguas las calle de La Habana,
y Changó confundido en medio de los charcos
haría callar la guerra que inventaron los hombres.

Hay una vieja puerta tan cargada de años
que todas las arrugas que decoran su cara
son arrugas de dioses que han sido abandonadas.
Hay una vieja puerta que el hombre no traspasa.

Changó pinta su cuerpo con colores de guerra,
África es el Olimpo que obliga a la batalla.
No hay enemigo en Cuba al que Changó no venza.
Y si no hay enemigo lucha contra sí mismo.

Poderoso es Changó, su mirada y su carne.
Siempre existe un altar en la casa del pobre
para el dios de los truenos, de la danza y el fuego.
En la creencia abunda la escasez del hambriento.


Ahora llega la noche más clara del verano.
Las manos se calientan, Santa Bárbara huye.
Changó se arregla el cuello con un collar de perlas.
Changó mira en la calle las mujeres descalzas.

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Juegos de sol

He subido hasta el cielo
Sin dejar de tocar ninguna roca
Y he visto tras el velo
Que la araña provoca
Un secreto de esos, de tu boca.

Un secreto del sol
Te hace sentir un ser privilegiado.
Una especie de alcohol
Que te deja embriagado
Y es como si hubiese enamorado.

Se enciende la ventana
Si coge despistadas a las nubes
El sol de la mañana.
Sus rayos como uves
Permiten descender por donde subes.

Asciende el sol y alumbra
El secreto que tengo más guardado.
Estaba en la penumbra
El corazón helado
El flaco pensamiento no pensado.



El sol tan indiscreto,
Y la sombra es un antifaz oscuro.
Estoy en el aprieto
De tirar este muro
O levantarlo con lo que te juro.

Y no volverte a ver
Que ya el camino acecha a los amantes
De la iglesia de ayer.
De tus pasos flotantes
Me acordaré mañana, como antes.


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La palabra Xin

Hay una forma de hablar
que ahora cuelga de un recuerdo
donde corazón y mente
eran la misma palabra.

Hay una belleza suave
que la timidez esconde,
es la primavera en ciernes
llena de flores pequeñas,
de pequeños pensamientos
en un corazón dormidos,
de pensamientos tan grandes
que no caben en palabras,
tan tímidas y tan bellas
como primavera en ciernes.

Hay una forma tan limpia
de decir lo que se siente
que justamente se entiende
sólo lo que no se ha dicho.
Para eso existen los ojos
para mirar un paisaje
para sonreir sin boca,
para mirar otros ojos
que por su brillo nos hablan
más palabras que en el mar
caben gotas de agua, y sal;
y hablando del mar, recuerdo
que he aprendido a bucear
en los mares del pasado.

Hay una forma de hablar
donde mente y corazón
me dicen la misma cosa.
Al cerrar los ojos pinto
el contorno de los labios
que anuncian flores y sol.
Unos años traen más lluvia
y otros años, más amor.
Esta primavera en ciernes
aun soplando el viento frío
las manos como el verano
como el invierno los pies
y el corazón dividido
que no sabe si pensar
o si latir al olvido.





Hay un antíguo lenguaje,
un lenguaje de raíces
de caligrafía tranquila;
un lenguaje que abre puertas.
¡Qué bella forma de hablar
donde la misma palabra
te dice lo que has pensado
y te deja que lo sientas!


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Nuevos tiempos

El café, cuando es de noche,
me enternece, me acomoda.
Este ruido de tripas,
esta inquietud en las venas
me abren una ventana
por la que nada se ve.

Mil preguntas tan iguales
como mil noches calientes.
Pan y trabajo en la calle
grita el hombre desgraciado,
yo pido un trozo de mar,
yo quiero calmar mis tripas,
tu pides trabajo y pan.

Cuando se quema la calle
y la hierba sigue verde
me pregunto quién se quema,
me contesto quién se muere.
Hoy han ardido papeles
y la piel huele a carbón;
cuando se enfría la ceniza
nace una revolución
de las tripas, de las voces,
de los brillos de los ojos.

El café abandona el humo
y el hombre abandona el rostro;
el hombre nace de nuevo
el hombre aprieta los puños
el estómago y los dientes,
el hombre nace de nuevo,
nace, y llora, y nace.

Los dos oprimen el pecho
como los fríos nocturnos,
los dos me hielan las manos,
los dos cruzan la mirada.
El orgullo y la humildad
han levantado una plaza
que está a punto de caerse;
quizá una plaza rebelde
pise el suelo que pisamos.
La humildad, si va descalza
se acorrala silenciosa
y se levanta enfadada
cuando le aprieta el zapato.



Ilustración para el poema de Eric Moisy.

Y bailan los oprimidos
sobre la estera ya sucia
y callejera, ellos bailan.
Están hablando de libros
y herramientas de trabajo.
Si no hablo, estoy pensando
y sin pensar, el silencio,
porque si callo es que siento
que derrumbo una frontera,
que está cambiando ese viento.
Los privilegios de sangre,
la educación sin vergüenza,
los bastardos del cinismo;
si me callo es porque siento
que se acerca otra batalla,
que está empezando este viento.

Han mentido los espejos
aunque los libros no mienten,
es el lector embustero
el que ensucia los papeles,
el que mancha las palabras,
el que miente como ignora.
Revolución y cenizas,
quizá sangre sin camisa
puño arriba, ¡voz en alto!
caen los muros de la calle,
la ciudad arde y el campo
brota de nuevo en canciones.
Revolución, ¡voz en alto!.
Quizá sea el mar esa tierra
sin fronteras que buscamos.

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