
Después de veinte años
Hay un eclipse.
¿Me das un beso así?
Este calor de uvas, de racimos calientes,
De moscas pegajosas y perros a la sombra,
De avispas en las tejas y de niños descalzos.
Calor irrespirable, que hasta el aire me estorba.
Brisa que aplasta el llano, despeina los arbustos;
Calor inaguantable, calor casi andaluz.
Se seca la garganta, se secan las palabras.
Golondrinas que adornan los cables de la luz.
Cuando el sol se doblega por detrás del jardín
Los pájaros empiezan a acunar su silencio.
Las tapias dan más sombra que las hojas de un libro
Las palomas se arrullan y se quitan de en medio.
Y yo con mi libreta que pinto con sudores
Me voy a donde el sol no me sea tan injusto.
La sensación de sueño, de no haber dicho nada
Acompaña mis pasos hasta el fin de mi mundo.
Si alguna vez llegara a ser poeta
Me sacaré dos versos del bolsillo
Que lleguen a explicar una mirada
Como un amanecer entre las olas.
Enfrías el café y caldeas el vino.
Mis ojeras orientan tus agujas.
Podría imaginar algo mejor
Si alguna vez llegara a ser poeta.
Podría imaginar que la belleza
Se encierra en la cueva de tu boca;
Podría exagerar que el algodón
Te nace en la yema de los dedos.
Recuerdo que una vez fuiste ligera,
Más ligera que un pájaro en otoño;
Los pies se te alejaban de este suelo
Y quedaban palabras mutiladas.
En este mismo instante he comprendido
Que mis ganas se acaban en minutos;
Quizá es que yo no quiera ser poeta,
Quizá en otro poema te lo cuento.