Artículo publicado en Día a día en Junio de 2004. A pesar del tiempo, no ha perdido el sentido. Horacio acuñó la frase hace más de dos mil años.
No puedo más. Para un devoto del sueño como yo, esto de escribir la columnita para el Día a día el último día - ¿vale la redundancia? – a las tantas de la noche es agotador. A estas horas, cuando el silencio nocturno sólo se interrumpe por alguna melodía sentimental, o por algún motero que mañana no tiene nada que hacer antes de que salga el sol, uno se queda pensando en la interminable fila de estupideces en la que va malgastando las horas del día; eso sin decir ni una palabra de fútbol. Pasas todo el día pensando que los problemas que surgen en tu trabajo son los más importantes del mundo, y te hacen ver que sin alguien como tú nada sería igual. Mentira. Es un truco vil para tenerte amarrado y para que tu petición anual no supere el IPC. El estrés profesional es un papel para una obra de teatro.
El otro día volvía de un viaje de trabajo, y venía yo mirándome el ombligo y pensando en lo que tiene que soportar mi espalda, y en lo gran profesional que soy, cuando mi compañera de asiento, que supongo que jamás leerá estas líneas, vino a confesar a mi oído parte de la pena que la había llevado a hacer ese viaje. Regresaba a casa procedente de Méjico, donde había ido a conocer a una amiga, cuyo contacto hasta hace una semana, se limitaba a mensajes por internet. Hasta ahí todo tiene, digamos, cierta normalidad. Me contó que nunca imaginaba que tendría la oportunidad de conocer a su lejana – y tan cercana a la vez – amiga; pero que ahora sí. Ahora tenía la última oportunidad. Así que decidió que lo mejor era llevarse a su cáncer de tiroides de viaje y dejar a su marido y a sus tres hijos aparcados en su pisito de Torrejón, esperando que la semana no fuera demasiado definitiva para sus vidas. Me regaló un dulcecito para mi niña y dos o tres lágrimas que me empaparon por completo y que son el motivo de este artículo.
¿Tienen que pasar cosas así para darnos cuenta de lo que desperdiciamos el tiempo? A las seis en punto salgo mañana del sitio ese donde me conocen por un número y donde no dejaré herencia ni seré heredero. Voy a ocuparme un poco en dar sabor al presente, que el futuro amenaza implacable detrás de la esquina.
No puedo más. Para un devoto del sueño como yo, esto de escribir la columnita para el Día a día el último día - ¿vale la redundancia? – a las tantas de la noche es agotador. A estas horas, cuando el silencio nocturno sólo se interrumpe por alguna melodía sentimental, o por algún motero que mañana no tiene nada que hacer antes de que salga el sol, uno se queda pensando en la interminable fila de estupideces en la que va malgastando las horas del día; eso sin decir ni una palabra de fútbol. Pasas todo el día pensando que los problemas que surgen en tu trabajo son los más importantes del mundo, y te hacen ver que sin alguien como tú nada sería igual. Mentira. Es un truco vil para tenerte amarrado y para que tu petición anual no supere el IPC. El estrés profesional es un papel para una obra de teatro.
El otro día volvía de un viaje de trabajo, y venía yo mirándome el ombligo y pensando en lo que tiene que soportar mi espalda, y en lo gran profesional que soy, cuando mi compañera de asiento, que supongo que jamás leerá estas líneas, vino a confesar a mi oído parte de la pena que la había llevado a hacer ese viaje. Regresaba a casa procedente de Méjico, donde había ido a conocer a una amiga, cuyo contacto hasta hace una semana, se limitaba a mensajes por internet. Hasta ahí todo tiene, digamos, cierta normalidad. Me contó que nunca imaginaba que tendría la oportunidad de conocer a su lejana – y tan cercana a la vez – amiga; pero que ahora sí. Ahora tenía la última oportunidad. Así que decidió que lo mejor era llevarse a su cáncer de tiroides de viaje y dejar a su marido y a sus tres hijos aparcados en su pisito de Torrejón, esperando que la semana no fuera demasiado definitiva para sus vidas. Me regaló un dulcecito para mi niña y dos o tres lágrimas que me empaparon por completo y que son el motivo de este artículo.
¿Tienen que pasar cosas así para darnos cuenta de lo que desperdiciamos el tiempo? A las seis en punto salgo mañana del sitio ese donde me conocen por un número y donde no dejaré herencia ni seré heredero. Voy a ocuparme un poco en dar sabor al presente, que el futuro amenaza implacable detrás de la esquina.
7 comentarios:
Hola, buenas tardes para mí, noches para tí... Pués si, parece que es más común permitir que nuestro espíritu ególatra nos domine y olvidamos que así como algunos están mejor que nosotros, otros tantos van peor..!
Ver este tipo de cosas no creo que sean casualidad y menos para llevarnos a una única interrogante ¿Por qué pasan este tipo de cosas?..
A veces pasan para recordarnos que que debemos cultivar la humildad!...
Excelente artículo.
...el tiempo que perdemos no se recupera...como el sabio que decia "con oro no encuentro el tiempo, pero con el tiempo puedo encontrar el oro"...la vida debería ser vivida como un presente continuo; el pasado se fué y el futuro hay que vivirlo al día.
Ah¡¡¡¡ adjudícate el pueste de masajista.
Besos a todos
Sr. Manuel, no entendí el sentido de su comentario pero obviamente no me halaga!
Existe una MUY MARCADA diferencia (en mi país) entre el término fisioterapéuta y masajista. Este último es el pseudónomo que usan las damas de compañías (putas) hoy en día.
Espero sea un problema de dialectos, modismos, cultura o desconocimiento!
Que pase buen día.
Gracias por este regalo, la verdad para mí llega en un momento… y sí, la vida y el hecho de vivir tiene estas cosas, solo cuando algo nos sacude somos capaces de reaccionar, y de darnos cuenta de lo que podemos o no podemos hacer, incluso de encontrar una solución a lo que hasta el momento solo era un abismo.
Aquí es justo cuando valoramos lo que realmente vale la pena, lo que tiene un importante valor para nosotros, y nos olvidamos de los temas (casi me atrevería a decir) materiales con los que hemos amueblado nuestras vidas.
Para tu compañera de asiento -ojalá y su asiento (o su recuerdo) ahora tenga al menos el mismo impacto, que para mí han tenido estas líneas- no fue tarde, al menos la vida y el tiempo le dejaron conocer a su amiga.
Ojalá y en nuestro mundo aprendamos que el tiempo también cuenta (y no sabemos si rápido o despacio) y este, el tiempo, es el material del que esta hecha la vida.
Kt.: Sí es un malentendido. La frase de Manuel es una respuesta para mí sobre un comentario que dejé en otro sitio. Además, no se usa la palabra masajista como eufemismo de puta en España. Gracias por tus visitas y perdona el malentendido.
Tortuga: me pregunto quién se esconde más, la tortuga o el antifaz. Muchas gracias por ese comentario... nada es tan bueno ni tan malo; a ella le dio tiempo a coger el avión.
Abrazos.
Si antifaz, tienes mucha razón en lo que dices. A mi me ha venido de perlas leer este artículo porque no sé en lo que últimamente estoy malgastando mi tiempo que no había podido hacer un paréntisis para leerte. Hasta que se me olvide lo leído y el enfado me pase voy a ponerme el mundo por montera y aprovechar mi tiempo en lo que más me gusta. Por lo pronto me bajaré a tomarme una cervecita de aperitivo en mi 1/2 hora de comida.
Hola antifaz, Buenas noches para ti.
Si, definitivamente un mal entendido, pero nada que no se solucione. Nada que perdonar y gracias a ti por tan enriquecedores artículos!!!
Manuel, un abrazo sincero (este no va con la sonrisa de cuarta fianlista jajaja)...
Besos desde Venezuela.
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