El Cielo de Cuba

Este artículo fue publicado en Julio del año 2003, con motivo de la maldita coincidencia de la muerte de Compay Segundo y de Celia Cruz. Hoy, 3 años y medio después, quiero repetirlo como homenaje personal a Carmen Palacio. Una cubana vestida de valenciana, y que, aunque ella no lo crea, tiene más fuerza y más coraje que las mujeres de las que siempre hablo, y a las que siempre lavaré los pies y besaré las manos. Adelante Carmen: viva tu revolución:

Hay en el cielo una gran sala de actuaciones, con luces de colores, donde se sirve café y ron, y en el que cada noche canta Machín los angelitos negros. Cada velada encuentra una dedicatoria a alguien muy especial. No se retira del escenario hasta que la garganta le para las notas de los sones de su tierra. Esta semana dedicó su actuación de sabor cubano a su “Compay” que está a punto de llegar para acompañarle en sus galas nocturnas llenas de añoranzas. El humo del puro de Ché, que acude siempre a escuchar a su compadre, a pesar de tener prohibida la entrada en tan celestial acontecimiento, se puede ver alejarse con la brisa al mismo ritmo que baila la bandera de la estrella de cinco puntas entre los altísimos sillones de una parte lejana del escenario. Compay Segundo encuentra a su abuela fumando una hoja de tabaco tal y como hizo en casa durante casi cien años; igual que él. Con el ¡ay! en el corazón se sienta a compartir velada y a recordar, al son de guarachas y congas, historias cubanas de las que contaban los viejos cuando paraban de cantar; historias que hablan de trabajos y de amores, como sus canciones; de plantaciones de café y caña de azúcar.
La orquesta azul celeste que acompaña a Don Antonio, inicia un bolero; las parejas se levantan y se abrazan flotando sobre la pista de baile, enmarcada en una nube oscura; oscura como la frente de las madres sufridoras de Cuba que aún malviven en Santiago o en La Habana el martirio de ver que su pueblo entero se reduce a un hombre sólo. A una sola barba. Que todos se someten a una revolución imposible porque el tiempo se la llevó y ya no tiene sentido. El consuelo para los cubanos no es otro que dejar que el tiempo pase, y que venga un día en el que el aire del caribe no se lleve los sonidos de las maracas, porque estén cantando libertades desde Santiago de Cuba hasta el resto del mundo. Y entonces todos los troveros tendrán un escenario imposible, como el escenario donde Machín canta cada noche en el cielo de Cuba.

El cartel de la puerta anuncia para la semana que viene una actuación estelar. No podría ser de otra forma en un sitio así. Con todos ustedes la reina de la alegría: Celia Cruz en el mismísimo escenario cubano y celestial. La bandera ondea de alegría. O de tristeza. Ahí te llegan, mi negro, dos angelitos negros más para que no pare el son sabrosón en el cielo de Cuba.

5 comentarios:

Carmen Palacio dijo...

Jose, yo no me cansaré de darte las gracias, primero por tu dedicatoria y luego por esa magia con la que escribes. MUCHAS GRACIAS

Anónimo dijo...

eres el mejor

Anónimo dijo...

Después de un agotador día, llego a casa y me encuentro con una pequeña revista llamada "día a día" la abro, y rápidamente voy a buscar ese pequeño pero gran artículo que se hace llamar "el antifaz" que cuenta las cosas de una manera especial y que te hace pensar en todas y cada una de las palabras que su autor a escrito. cuando por algún motivo no viene suelto la revista con resignación y espero con inquietud el próximo número.

El antifaz dijo...

Para el primer anónimo: Así somos en esta especie tan "racional". Soy el mejor, y el peor. Todo en la misma persona. Gracias.

Luci dijo...

Cierto.
¿El autor se llamaba José?

Lo había leído en una página de cantautor, que solía ser mi novio girasol.

Ahora es nadie. Naturalmente. No se quiso sacar el antifaz para hacer el amor.