El compañero

Voy a rescatar una de las historias que prometí contar, y que guardo con voluntad de eternidad; una de tantas que mi abuelo dejó grabada en mí, y que enseñan más que mil años de universidad: El padre de mi abuelo era un pobre con libros, una cosa muy mal vista en aquella época; e iba por el mundo revolucionando las ideas de los demás, tan reacias a los cambios, o, simplemente haciéndoles reír cuando alguno le tomaba por loco. Él abreviaba la palabra compañero en un cariñoso “compa”. De tanto repetirlo fueron los demás los que empezaron – y ya nunca acabaron – a llamarle compa. Y aquí acaba la historia.

Hoy la forma de vivir ha cambiado tanto que nadie cree que los demás puedan revolucionar nada, y sin embargo, cualquiera es bueno para hacer el papel de compañero. Tengo compañeros que van por la vida revolviéndome las tripas cada vez que malgastan la palabra que dio nombre al padre de mi abuelo. Vestidos de un falso y asqueroso lenguaje progresista que no esconde otra cosa que interés en acrecentar su cuenta corriente: el único ideal verdadero que conocen. Tengo compañeros que, cuando uno de nosotros tiene un problema, se dan la vuelta, o simplemente aprovechan la oportunidad para beneficiarse, para publicitar sus discursos cargados de palabrería bien adornada – eso pretenden – y embustera. Tengo compañeros que hacen todo eso y además militan en un sindicato. Son el reflejo de la utilidad actual de los sindicatos. Tengo compañeros que hacen el juego de la risita a sus empresarios; que les critican a sus espaldas y que se ponen antifaz a la hora de hablar; son los compañeros que en el momento de la verdad sus palabras se difuminan en medio de su enorme cobardía, y su cara se hace invisible, escondida detrás del callejón de Pilatos.
Y tengo un compañero, uno sólo, que siempre ha estado ahí. Que se preocupa por mí incluso antes de empezar a hacerlo yo. Que llama a las cosas por su nombre. Que no siempre me da la razón. Que no siempre la tiene. Que no siempre me entiende, ni yo a él. Que me enseña las cosas cuando él las hace, no cuando él las dice. Que lo siento cerca en la distancia más absoluta. Que lo puedo ver aunque mis miedos pongan barreras entre su generación y la mía. De esa clase de compañeros sólo tengo uno. Sé que nada es vitalicio. Pero en este caso me empeñaré en que la historia de mi abuelo sobrepase los siglos que hagan falta, sean cómo sean los tiempos que vengan. Si algún día soy yo el abuelo, dejaré heredada en la memoria de mi nieto la historia de mi compañero, de mi padre.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

...Hoy me voy a permitir el lujo de tomar prestadas tus palabras, hoy cogeré las manos temblorosas pero aún muy calientes de mi padre, hoy lo miraré a los ojos,hoy abriré las páginas de la revista por tu tragaluz e intentaré decirle con este simple gesto lo que lo quiero. Hoy o mañana.

Carmen Palacio dijo...

Leyendo este artículo y después de secar mis lágrimas (soy así muy llorona) lo primero que vino a mi mente fue la imagen de mi abuelo materno. Nació en Zamora y con sólo 13 años salió de polizón en un barco para Cuba. Qué niño de ahora con 13 años y con los mimos que le damos haría lo mismo??. Bueno pues era la mejor persona del mundo, lástima que la vida me lo quitó tan pronto y no pude disfrutar de él todo lo que quise. A pesar de ser tan breve nuestra relación muchas veces cuando creo que el sol no sale para mí digo: "abuelo tú que estás en el cielo mira por mí". Seguro seguro que él está donde están los hombres buenos de este mundo. Abuelo yo también te quiero mucho pero mucho.
Gracias Jose.

Anónimo dijo...

Me emocioné al leerlo, me acordé ds dos personas, una que no llegué a conocer, tan solo una foto es lo que tengo..se fue de esta vida sin conocer a ninguno de sus nietos, se fue de esta vida casi sin conocer a sus hijos, se fué...peor, se lo llevaron de su casa sin saber que no volvería...le robaron su pasado, su presente y su futuro; todo por los málditos odios de las ideologías de su tiempo (ahora no importa quien fué el culpable ni las razones que provocaron tal situación).
Otra vive y vivirá por siempre en mi corazón, con sus temores en el silencio, con su risa triste, con un pasado lleno de historia, con un corazón lleno de recuerdos y sentimientos, pero callados por el cansancio de la vida, porque le costó que la vida le sonriera, porque su gran preocupación era sacar a su famila "palante". Este es mi padre y el primero su padre, mi abuelo.
Que bonito tu artículo.
UN ABRAZO

Anónimo dijo...

Todavía le estoy dando vueltas a mi mente pensando en qué esterótipo de compañero me has ubicado. Reconozco que estoy un poco mosqueado.

Por cierto, yo tuve la desgracia de no conocer a ninguno de mis abuelos. Cuanto me hubiera gustado recibir algún consejo de su parte y sentarme en su regazo.

El antifaz dijo...

Hoy estoy triste por mis compañeros; unos que acaban de demostrar - aunque sobran demostraciones - que somos una mancha en el papel de un matemático, científico, técnico ausente de sentimientos porque sino no le salen las cuentas. Por ellos no puedo hacer mucho, por mí menos. Sólo invitarles a seguir caminando juntos entre las zarzas de esta puerca sociedad. Un abrazo compañeros.

Anónimo dijo...

Un gran artículo, que da mucho que pensar, has hecho que recuerde a mi abuelo que por suerte lo conocí y aunque era muy niño me quedan muchos recuerdos de él, aunque mi vida no llego a vivirla entera, se quedó a medio camino.Me dejó muchas historias, y me dejó muchos consejos que todavía guardo en el baúl del presente, porque no se si algún día me harán falta, de niño quería construir una escalera para llegar al cielo y poder verlo, ahora cuando lo recuerdo me conformo con asomarme a la ventana y ver la estrella que mas brilla del cielo. Las personas mayores son como un libro de la experiencia de la vida que te pueden enseñar mucho, yo todavía tengo personas mayores pero también a mis padres de los que aún me queda mucho que aprender y los que están siempre cuando hace falta, esos que con una cara triste y sin que hables ya saben algo, incluso todo.
UN ABRAZO
MUY BUEN ARTÍCULO

Anónimo dijo...

COMPAÑERO... también es aquél que no invierte demasiado tiempo cultivando narcisos...

El antifaz dijo...

Lo mejor que uno tiene es uno mismo. Si vieras la de gente que va por ahí con la autoestima por los suelos. Cada uno cultiva lo que le da gana. Es una pena que te llames anónimo, como tantos anónimos que van por el mundo tirando la piedra y escondiendo la mano...un abrazo compañero por los cojones.

Anónimo dijo...

Emotivo, profundo y evocador este post. Mi historia es paralela, mi historia es de mujeres, de compañeras: mi abuela, una abuela de las de siempre, con olor a cocina tradicional, entregada, nerviosa -tanto q a veces pensaba q había dos-,de besos apretaos, de palabras atropelladas q siempre oía como música de fondo sin prestar demasiada atención, como parte de la banda sonora de mi vida, generosa hasta más no poder y fuerte, muy fuerte a pesar de su frágil cuerpo, de sus enfermedades y achaques –de las que por supuesto nunca nos enterábamos. Ella fue la q sacó pecho y tiró de nuestro carro. La otra compañera ha sido mi madre, la de ojos tristes, mirada perdida y sonrisa sincera, la que me acaricia con las manos y con las palabras, la de educación firme a ritmo de golosinas, la que siempre me ha mostrado una moraleja por debajo de sus castigos, la que me ha convertido en mujer sin tensar la cuerda, la que me ha dejado volar poniendo debajo una red apenas perceptible, nunca ha querido ser amiga, siempre ha sido madre. Estas son mis compañeras,...compañeros no los he tenido al menos de momento.